Somos seres de energía, energía densa y energía sutil. Cada persona en este planeta tiene un grado de sensibilidad o percepción al mundo energético que la rodea, ya sea percepción de sentimientos, pensamientos y emociones de otras personas, como de energías que están impregnadas en lugares y también asociadas a situaciones.

Cuando una persona experimenta más en profundidad o potencia su entorno energético, se cataloga como “clarisensible o clarisintiente”. Claramente nadie se preocupa de averiguar su grado de percepción energética o clarisensibilidad pero, sin embargo, experimenta día a día, y momento a momento, la fluidez energética de todo a su alrededor.
Por eso a veces cambia nuestro ánimo de un momento a otro, por eso experimentamos molestias o dolores inexplicables. Por eso experimentamos confusión instantánea sin explicación alguna. Al ser conscientes de todo lo anterior, nos damos cuenta que frente a ciertas personas manifestamos incomodidad, estando en ciertos lugares nos cambia el ánimo, en ciertas situaciones nos sentimos deprimidos o iracundos.
Cuando abrimos nuestra consciencia a estas manifestaciones, comenzamos a darnos cuenta de la importancia de contar con técnicas de protección energética, de generar un vínculo (o profundizarlo) con lo que para cada uno de nosotros significa la espiritualidad, ya que es ahí, en ese razonamiento, cuando comprendemos que todo es energía y de qué forma no solo me afecta a mí, sino también a todo lo que me rodea.
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